miércoles, 30 de mayo de 2012

El desatino del monzón


Finalmente llega el día, es lunes y hoy digo adiós a Roxana. Tengo que confesar que se me va a hacer extraño no verla ni conducirla durante un mes. Vanessa volvió ayer a Koh Tao en lo que fue otra sentida despedida, una pequeña muerte más en el camino hacia uno mismo.
Por lo que se refiere a mi, volaré hacia Bangladesh al día siguiente.

Toca madrugar, he quedado con los chicos de Thompson a las 9 de la mañana. A esa hora el calor ya aprieta en Bangkok como si fuera mediodía, además de ser hora punta, convirtiendo el tráfico en una auténtica locura. Salgo con tiempo y por el camino encuentro un par de tiendas de recambios dónde consigo comprar unas cámaras de repuesto. Poco a poco voy haciéndome con todo lo necesario para completar un pequeño kit de reparación.
Una vez en Thompson toca vaciar la moto de combustible, cosa que ya suponía, pero lo que no imaginé era que había que sacar también el aceite. Justo un par de días antes compré una garrafa entera y se lo cambié, pensando que me quedaba tranquilo durante los próximos 10.000 kilómetros. Bien, que le vamos a hacer...
Desmonto el portaequipajes y les pregunto si quieren sacar el manillar y la rueda delantera. Me comentan que no, que no hace falta porqué no ganaremos mucho y cerraremos la caja en dos metros cúbicos. Respiro más tranquilo, no había manera de meterla en un metro así que puestos a pagar, prefiero dejar la rueda y el manillar para evitar problemas.
Les dejo trabajando en la caja, pues ya no puedo hacer mucho más y me dirijo a un mercado de herramientas que me han aconsejado. Debo comprar todo lo necesario y volver antes de que la cierren. De otra manera tendría que llevarlo conmigo a Bangladesh, dónde me dirigiré en avión para hacer las camisetas.
Después de perderme durante un par de horas por la ciudad, encuentro el ansiado mercado.
¡Es como si se tratara de un sueño hecho realidad! Durante días había intentado comprar un montón de cosas sin encontrarlas, volviéndome loco, sin conseguir entenderme con los locales...
Aquí está todo; La bomba de aire, el cable del gas, el del embrague, tornillos y tuercas de repuesto, llaves fijas... Todo lo que Roxana puede necesitar durante el trayecto.

Como un desconocido y sabroso curry blanco y después de volver al hotel a descansar un poco regreso a Petchaburi road.










Encuentro a Roxana completamente empaquetada, enjaulada como si se tratará de una fiera indomable y no puedo evitar pensar en los caballos mongoles, a lomos de los cuales Gengis Khan y su ejercito conquistaron medio mundo.
Colocamos los bultos que quedan y me dispongo a pagar. Una vez más llega la sorpresa. Con ya todo hecho me dicen que en lugar de dos metros cúbicos, la caja hace casi tres. Les comento que el precio estaba fijado y que por eso acepté. Además no llevo más dinero que el que me habían presupuestado. Después de negociar durante un rato, la mujer se aviene a hacerme un descuento, especial según ella. Al final la factura sólo sube 580 Baths más, lo que vienen a ser 11 Euros. Los pago gustoso, a sabiendas de que sin su mediación hubiera sido imposible realizar la gestión. La siguiente sorpresa es que no puedo dejar la ciudad como mínimo hasta el jueves, por si las autoridades portuarias reclamaran mi presencia y tuviera que mostrarles la documentación.
Vuelvo a Khaosan para cambiar el billete, viéndolo como un mal menor, un tiempo extra en la ciudad me servirá para vender más pegatinas y difundir el proyecto.

Paso unos días relajados, haciendo mi nuevo trabajo por las tardes y entrenando otra vez por las mañanas. Volver al karate me da fuerza mental y un mayor vigor físico. Además paso muy buenos ratos con Rocío, Rainny y todos sus amigos, a quienes conocí hace apenas unos días. Rocío es una chica tailandesa que estudió español en la universidad. Trabaja de guía turística para hispanohablantes y en ella descubro una gran amante de todo lo relacionado con México.
Pero nada dura eternamente y la policía acaba vetando mi pequeño puestecito así como el del resto de los compañeros que venden artesanía, parece ser que debido a las quejas de algunos comercios adyacentes. Es una verdadera pena, pues se había forjado un grupo bonito de gente con los que intercambiar conocimientos, sensaciones y sueños.

El día antes de partir me entero que Oscar, el contacto que me pasó Anna en Bangladesh, ha tenido que salir para Hong Kong. No regresará hasta el 29, así que toca cambiar el vuelo otra vez... Parece ser que alguna fuerza misteriosa no me deja abandonar Bangkok.
Decido variar mi rutina debido a que por las tardes ya no puedo trabajar. Ahora me centraré en el blog por la mañana y entrenaré por la tarde, intentando no derrochar demasiado dinero, si es que eso es posible en Khaosan Road.

Veintinueve de mayo, ya no puedo demorarme más, el visado expira hoy y además económicamente estoy entrando en crisis. Me voy a Bangladesh con lo justo para las camisetas, esperando que la gente las reciba con entusiasmo y puedan aportarme un capital que necesito como agua de mayo.

Y hablando de agua, el cielo se tiñe de gris para despedirme. Llueve, y parece que no quiere parar, que el monzón ya está aquí, justo el día de mi partida... Me alegra porqué siempre me gustó la lluvia. Sonrío, me mojo, me empapo, recibiéndola como una bendición, como un anhelado y ancestral rito de fertilidad que me hace sentir una vez más la pulsión asiática. Soy tremendamente feliz, aunque el caos creado me imposibilite despedirme de algunos amigos y casi perder el avión.

Justo antes de despegar un sentimiento agridulce se apodera de mi; Por un lado estoy contento de empezar un episodio más de esta pequeña Odisea, por otro me invade una profunda tristeza por toda la gente querida que dejo atrás. Han sido algo más de cuatro meses muy intensos a todos los niveles. Afortunadamente me llevo a muchos de ellos conmigo, ya sea a través del blog o del grupo de Facebook. Sé que siguen mis aventuras y me siento completamente arropado. Sin ninguna duda regresaré algún día.

¡Hasta pronto país de la gente sonriente!

1 comentario:

  1. Jesse: me parece genial este viaje que haces. ¡Lo celebro!
    Un abrazo.
    Daniel

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