lunes, 17 de septiembre de 2012

Orissa

Sucedió en Puri, en el estado de Orissa. Lugar dónde los bengalíes suelen ir a flirtear con el mar de Andaman, con esa costa de la que viven tan alejados, como la gran mayoría de los indios y en la que se contentan con caminar y acaso remojar sus pies en los retazos de playa que no han quedado invadidos por las aldeas de pescadores. Puri y Orissa son lugares sagrados, plagados de templos, de gentes de todas las religiones que se entregan a las formas más dispares de meditación y oración. Algunos por ejemplo adoran a Shiva, y rezan a la deidad tomando a diario el bhang lassi, batido realizado a base de marihuana, especies y yogur. Después hacen sus abluciones, bendicen esa tierra que cultivan y se dan por entero al apacible trabajo de prepararla.. El resto del día lo pasan fumando xilums y bong's con la mirada perdida en algún lugar dónde parece residir la felicidad. Orissa es el único lugar de India donde se puede adquirir ganja en las tiendas del gobierno. Allí, envuelto por la calma y la hospitalidad de Tula y su “hermano” y jefe, con las ideas más claras por la refrescante brisa marina, surgió por primera vez la idea de la bicicleta. Habíamos pensado alquilar una moto para visitar el templo de Konarak pero la misión resultó imposible, al ser tres y sólo disponer de un carnet. Así que nos decantamos por el pedaleo.


Escogiendo las bicicletas


Por 30 Rupias alquilamos unas estupendas y también arcaicas bicis indias con las cuales recorrimos el litoral de Orissa. En principio era un paseo que al final se alargó durante todo el día, completando más de una veintena de kilómetros. En mi fuero interno sabía, quería probarme, a mi, a esas antiguas y baratas bicicletas con las que quizás me viera forzado a continuar mi viaje. 



No sé si podré volver a casa en un chisme como este...


Disfrazada de excursión transcurrió la prueba, en la que tanto yo cómo mis acompañantes nos sentimos cómodos, libres, independientes... 



Malena en su escapada por liderar el pelotón


A velocidad de crucero


Ascensión del primer puerto de montaña


Pasando al equipo rival


Estefanía buscando a Pancho


Manglares de Orissa


Llenos de barro y el mar que se resiste a aparecer



Al final un merecido y reparador baño


Las impresiones fueron positivas, aunque evidentemente habrá que introducir alguna modificación en la bicicleta. Para empezar podría decir que el asiento es extremadamente duro, y que al llegar a casa por la noche mi culo sangraba por otro agujero recién hecho. También el manillar requiere de algún ajuste, para no acabar con las manos destrozadas. Por lo demás me encontré muy cómodo y tengo que decir que desde ese día albergo la secreta esperanza de que no me den la moto para empezar a preparar toda la aventura de la bici. La decisión está tomada, Bangkok-Barcelona continuará su camino sobre dos ruedas sea como sea.
Una vez tomada la decisión me dedico a relajarme y a disfrutar de la ciudad con Malena y Estefanía.

Nos llegamos a la playa, dónde descubrimos los poblados, como todo en este país con tremendos claros oscuros. Los niños allí no pasan hambre. Las barcas llegan rebosantes de pescado fresco a diario, y la subasta empieza en la misma orilla. Todo parecería utópico si esas gentes, “uneducated” como nos cuenta el gerente del hotel no usaran la playa de retrete y de basurero.


El poblado de la playa


Esperando a los pescadores


Después de faenar


¡Gulas!
  



A pesar de eso gozamos de los niños y su compañía. Jugamos con ellos, les enseño algunos pases de karate y recibimos como compensación  sus maravillosas sonrisas. 



Baño con mis alumnos


Rodeados de lugareños

  
Durante los días siguientes pasamos gran parte de la tardes en su poblado mientras meditamos dejar lo de la moto para más adelante.




Jonhy & Cash


La princesa de la Ribera



El señorito


Regañina


Mascarón de proa


Buscando un lugar en la foto


Campeona de salto


Micky & Rourke



Despedida


La animada vida nocturna de Puri


Por las noches tomamos unas cervezas con la gente de los alrededores, que como siempre rebosan hospitalidad y simpatía, ofreciéndonos su amistad desinteresada.

Lamentablemente, el tema del dengue introducirá una nueva variable, una demora más en el calendario del proyecto. El día después de partir Estefanía amanezco cómo si me hubieran dado una paliza monumental. Al final cedo a las súplicas de Malena  y Tula y acudo a un hospital cercano, donde confirman que...  mi temperatura es muy alta.


Confesando mis pecados, por si acaso...


Regresamos a Calcuta, dónde al cabo de unos días el pronóstico se hace realidad y a lo largo de las dos semanas siguientes no puedo preocuparme más que de restablecerme por completo. Me acuerdo mucho de Manu y Robert, dos amigos alemanes que pasaron el dengue en Koh Tao y de cómo consiguieron superarlo, a base de agua, minerales y mucha fruta.  

Al final Malena, que me ha cuidado con todo su amor, también tiene que partir. La echaré de menos, aunque cada vez me resulta más fácil quedarme con lo positivo, con las cosas bellas que cada persona con la que me cruzo en el camino aportan a mi existencia, va a dejar un pequeño hueco que espero rellenar con todos los ingredientes secretos que ha ido mostrándome durante estas semanas de convivencia.   

¡Un abrazo querida guerrera!


Fotografías cortesía de Malena Fleitas Hernandez