Génesis
No sabría
muy bien por cómo empezar, acaso diciendo que siempre fui demasiado
cobarde, aunque afortunadamente, tanto como soñador.
La dicotomía
sueño-vigilia me produjo conflictos desde la más tierna infancia y
porqué negarlo, cierta insatisfacción. Aún cuando todo parecía
marchar sobre ruedas, alguna cosa en mi interior pugnaba por salir,
por llevarme más allá, hasta las mismísimas fronteras de la
realidad.
La nuestra
es una generación de licenciados con matrícula de deshonor, como
diría el poeta, que ha visto como las esperanzas de un trabajo digno
y acorde con la formación recibida se desmoronaba en el precipicio
de una crisis económica demasiado previsible. No nos quedaba otra
alternativa que levantar los ojos del suelo en busca de nuevos
horizontes, descubriendo con asombro y excitación que existen otras
maneras de vivir, más respetuosas, más sostenibles y por supuesto
más acordes con la complejidad de todo aquello que nos rodea.
Cada vez son
más los que se atreven a dar un paso hacia si mismos, hacia los
sueños irrealizados que han ido acumulándose en una maleta
demasiado pesada para arrastrarla toda una vida. Y al desvanecerse la
principal excusa para no llevarlos a cabo, los integrantes de esta
generación perdida, como les gusta llamarnos, nos lanzamos al mundo,
a recorrer sus senderos y explorar sus secretos, a desarrollar otras
habilidades que nos permitan adaptarnos y valernos por nosotros
mismos. Acercándonos, muchas veces sin tan siquiera saberlo, a la
tan esperada y deseada toma de consciencia.
En éste
contexto nace Bangkok-Barcelona, una metáfora de los viajes de
antaño y del camino como única y verdadera meta. Una rebelión
frente a los viajes supersónicos, las horas muertas en los
aeropuertos, las ansias por llegar y vivir a toda prisa, por
coleccionar imágenes para enseñar, y con el afán de desterrar la
idea de la propia existencia cómo un simple y colorido álbum de
fotografías.
Junto a
Roxana, una Honda sonic 125 de cuatro tiempos, recorreré las
carreteras de éste continente milenario, plagado de paisajes
sublimes y de sus orgullosas gentes, de culturas y costumbres
ancestrales que tanto han de aportarnos todavía.
Con la única
ambición de escucharlos narrar sus vidas y contarles mi propia
historia. De contrastar las pequeñas diferencias existentes entre
nuestros mundos, tiranizados por ese absurdo y abusivo concepto de la
globalización. Otro invento, un intento más para adoctrinarnos en
el pensamiento único, acaso el último coletazo de un caduco
etnocentrismo que nos induce hacia los mismos errores que cometieron
nuestros tatarabuelos.
Tal y como
han venido haciendo los viajeros de todos los siglos; Ayer, mañana y
siempre, me entrego al viaje, por y para él...
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