Os contaré
lo que pasó.
Al regresar
de mi viaje por Nepal me encontré con el rocambolesco escenario que
referiré a continuación. El oficial de Costums que durante
tanto y tanto tiempo fue para mí cómo una piedra en el zapato, se
metamorfoseó en una especie de aliado inesperado, ofreciéndose a
darme una garantía bancaria por dos veces el valor, naturalmente
relativo, de la moto.
Costums Kolkata. Vista desde la “Oficina” |
El giro
kafkiano de la situación no dejó de sorprenderme; Por lo
visto les parecía una lástima que después de tres meses y medio de
inquebrantable voluntad de hierro, de todo el trabajo que habíamos
llevado a cabo con Gautam, me marchara de ese modo. No me dejaban
rendirme, no podía soltar aquello que ya no me interesaba, en lo que
ya no creía. Contrariado decidí darle a mi amada Roxana una última
posibilidad. No en vano había jurado no abandonarla, no dejarla en
manos infieles que no supieran amarla, que no la acariciaran con
sutileza, que no la trataran como a un simple animal de carga. Roxana
se había convertido para mi en una especie de Bucéfalo mecánico,
un équido de cuatro tiempos que me había acompañado
sentimentalmente durante gran parte del viaje.
La “Oficina” donde he pasado más de cuatro meses |
Con Gautam, chai and biscuits |
El aval
bancario fue suficiente para conseguir la firma del High
Commissioner Chief de Calcuta. Me lo comunicaron al cabo
de dos días. ¡Lo había logrado! ¡Después de cuatro largos y
delirantes meses había conseguido sortear la necesidad del Carnet
de Passage para reunirme con mi amada! No me lo podía creer...
¡¡¡Hai!!! El grito de victoria de los samurais resonaba de
nuevo en mi interior.
“Presidente, vicepresidente” y Gautam |
Sin embargo
no iba a ser esta una victoria que careciera del lado amargo. Era
miércoles, quedaban algunas gestiones por hacer y nos hallábamos
demasiado cerca del Durga Puja. Si no conseguía atar esos
pequeños detalles antes del fin de semana, gran parte de la ciudad
quedaría paralizada durante nueve días. Demasiados para mi.
Calculaba que poner la moto a punto y prepararlo todo me iba a llevar
un par de días y necesitaba al menos otros cuatro par llegar a
Delhi, teniendo en cuenta una media de 300 kilómetros por jornada lo
que en India puede llevarte de seis a siete horas, probablemente en
una de las conducciones más arriesgadas que existen. Una vez en la
capital embarcar la moto y tramitar la visa iraní conlleva de
quince a veinte días más. Y mi visado indio exhalaba sus últimos
suspiros...
Desafortunadamente
no fue suficiente, no me voy a extender en ello. Cualquiera que haya
experimentado levemente la burocracia india sabrá el porqué. Y de
alguna manera volví a enfadarme. Habíamos ganado y sin embargo la
moto y todo el equipaje se quedaban allí.
Pero el
enfado duró poco. La victoria técnica y moral eran suficientes, mi
capacidad de resistencia se había fortalecido y me sentía de nuevo
muy ligado al espíritu del bushido. Puedes
ganar o perder, incluso las dos cosas pero lo importante es la
resistencia que muestras en la batalla. Esa guerra había
terminado para mi, energéticamente me encontraba agotado, vacío e
incomprensiblemente relajado.
No me
quedaba más que disfrutar de la Puja, gozar del mayor festival de
Bengala en esta ciudad que ya es medio mía, que amo, aunque cueste
creerlo, que me ha regalado uno de los capítulos más interesantes
de mi vida. Si queridos amigos, después de todo lo sucedido me
reconcilié con India y sus extrañas y variopintas costumbres.
Adiós Calcuta... |
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