miércoles, 9 de mayo de 2012

Bangkok

Primer día en Bangkok. Me predispongo a pasar una larga jornada de embajadas y trámites. Debo solicitar la visa para India y asimismo visitar el consulado español para ver si pueden echarme una mano con el anhelado carné de pasaje. Sería interesante también conseguir el carné de conducir internacional, por si surge algún inconveniente durante el camino. 
Decido internarme en Bangkok con Roxana, para tener una experiencia real con el bullicio de la capital. El tráfico es aún peor que el de la noche. Más coches, más motos, más bicicletas, más de todo. Mención aparte los conductores de Tuk-Tuk. Cuando por fin me oriento y consigo llegar a Sukhumvit Road me doy cuenta de la manera particular de ordenar las calles que tienen aquí. La calle principal se subdivide en callecitas transversales llamadas Soi, lo que sin duda dificulta localizar cualquier número. Al fin encuentro el edificio de la embajada india. En la misma puerta me indican que los visados los expiden en otro edificio, unos números más abajo. Allí mismo conozco a Vito, una argentina que está dando la vuelta al mundo en solitario. Como vamos al mismo sitio me ofrezco a llevarla en la moto. 
Pronto encontramos el nuevo lugar, el Glas Haus Building, un edificio gigantesco con multitud de oficinas y embajadas. Subimos por un interminable ascensor y iniciamos el trámite. Como yo sólo venía informarme no llevo suficiente dinero, así que Vito me presta lo que necesito para realizar las gestiones. Durante la espera, aprovechamos para contarnos nuestras respectivas aventuras. La suya me parece una historia fascinante que sin duda merece todo mi respeto y mi apoyo. Nos damos las pertinentes direcciones y una vez saldada mi deuda nos despedimos deseándonos lo mejor para el camino. ¡Mis mejores deseos Vito y, adelante con tu sueño! 


Antes de volver al guesthouse, aún debo pasarme por nuestra embajada. Me muevo cada vez con mas soltura por el caótico tráfico y en menos de veinte minutos estoy en otro edifico interminable que se eleva hasta el cielo. Subo hasta la planta número quince, son la una y cuarto. Al llegar allí, una azafata servicial me indica que la embajada sólo abre de nueve a una y que al día siguiente estará cerrada por alguna festividad local. Por primera vez en mucho tiempo siento que estoy en casa.






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