jueves, 17 de mayo de 2012

Stickers

Otra vez en Bangkok
Esta mañana recogí el visado en la embajada india. Ante mi asombro, veo que me han concedido seis meses sin pedirlo, el doble de lo que preveía. Obviamente, el importe se ha multiplicado proporcionalmente. A media mañana, recibo un correo de Tomàs; De manera casual, rebuscando entre sus papeles ha encontrado la tarjeta de la compañía de cargo que ellos utilizaron para llevar las motos a Calcuta. Las cosas parece que arrancan otra vez, aunque cada vez me queda menos dinero y tengo que confesar que el asunto empieza a preocuparme. Por todo ello, no me queda otro remedio que asumir que si no quiero abortar el proyecto antes de empezar he de conseguir financiarme mientras dure el viaje.
Decido probar suerte y hacer unos adhesivos con el logotipo de la aventura. Primero pienso en venderlas a los amigos, y a la vez tener algo que ofrecer a las personas que me brinden cualquier tipo de ayuda. Una vez los tengo en la mano, decido salir a venderlos a la calle. Es una gran oportunidad para conocer gente, sobretodo durante la larga espera en Bangkok. Me acuesto un poco más relajado por todo ello y también más contento por ser capaz de tomar la iniciativa.

Al día siguiente, salimos con Vanessa y Roxana en busca de la agencia. Recorremos la ciudad de arriba a abajo en todos los sentidos y nada. Volvemos a la guesthouse exhaustos, con el convencimiento que lo intentamos y sin saber muy bien que hacer.

Después de comer, descanso un poco, pues el calor vuelve a ser insoportable. Hacia las siete de la tarde cogemos todos los bártulos y hacia Khaosan. Me he hecho con una mesita que encontré por la calle y también he confeccionado una especie de tablón en el que explico la aventura. Con todo ello espero llamar la atención de los transeúntes.



Vanessa me acompaña, se ha convertido en una ayuda esencial, tanto para el proyecto cómo para mi. Buscamos un sitio entre los centenares de paradas y puestos, y como no, los lugareños nos invitan a abandonar cada nuevo sitio con cualquier excusa.
Al final parece que podemos ubicarnos en un pequeño lugar, justo enfrente del Kentucky Fried Chicken. Montó el puestecito y voy a buscar a Roxana, pues me gusta que la gente pueda verla y comentar cosas sobre ella. Tal y como regreso surgen nuevos problemas. Un encargado del Kentucky ha salido y le ha dicho a Vanessa que no podemos estar allí. Dice que si no nos vamos inmediatamente llamará a la policía. Un contratiempo más y ya no sé que pensar. Invertí dinero en los adhesivos y compré algunas cosas para reparar la mesa y el tablero. El chico de la parada de al lado nos dice que volvamos a la doce de la noche, que es cuando el restaurante cierra y que podremos ponernos sin problemas. De todos modos, desconfío un poco de sus promesas, esta calle está muy solicitada. Dejo a Roxana atada, con la mesilla y algunas cosas y nos vamos andando con el tablero y los adhesivos.
A mitad del camino de vuelta al guesthouse, veo que algunos comerciantes recogen rápidamente sus mercancías y las sacan de la calle. Me pregunto que está pasando y mi no tardo mucho en descubrir la respuesta. La policía está pasando por toda la calle, con una furgoneta descubierta y confisca lo que le parece. A la vez, otro agente va poniendo multas por doquier. Dejo a Vanessa con todos los bártulos y corro hacia Roxana, sólo faltaría que se la llevaran o me pusieran una multa. Me la llevo de vuelta al aparcamiento y vuelvo con la calma. Desanimados, paseamos arriba y abajo, hasta la esquina en que se ubica la comisaria de policía. Sorprendentemente, allí quedan unos artesanos a quienes no han echado. Les pregunto cómo es posible y me cuentan que lo único que es delito es ocupar la calzada, que si te quedas en la acera no pueden decirte nada, inclusive delante de la comisaria. Esperanzado decido probar suerte y monto allí mismo el puestecito. No tardamos mucho en confraternizar con los diferentes artesanos y al rato surgen los primeros interesados. Vendo los adhesivos a 50 Baths, lo que viene a ser 1'10 Euros. Alguna gente le parece caro, otros lo compran, sabiendo que se llevan un pedazo de sueño. 
También he puesto una libreta, dónde los que no puedan colaborar con dinero escriban sus deseos. Ante mi asombro empiezo a recibir invitaciones de diferentes países, así como mensajes cargados de esperanza. Más relajado recuerdo que al final lo más hermoso es el contacto con la gente y que sin duda éste es uno de los propósitos del viaje.


Vendemos algunos adhesivos, no demasiados pero suficientes para pagar los gastos de manutención.
Mañana será otro día, otra lucha por seguir avanzando, un pasito más en éste recorrido vital que se está convirtiendo Bangkok-Barcelona.

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