Esta mañana recogí el visado en la embajada india. Ante mi asombro, veo que me han
concedido seis meses sin pedirlo, el doble de lo que preveía.
Obviamente, el importe se ha multiplicado proporcionalmente. A media
mañana, recibo un correo de Tomàs; De manera casual, rebuscando
entre sus papeles ha encontrado la tarjeta de la compañía de cargo
que ellos utilizaron para llevar las motos a Calcuta. Las cosas
parece que arrancan otra vez, aunque cada vez me queda menos dinero y
tengo que confesar que el asunto empieza a preocuparme. Por todo
ello, no me queda otro remedio que asumir que si no quiero abortar el
proyecto antes de empezar he de conseguir financiarme mientras dure
el viaje.
Decido
probar suerte y hacer unos adhesivos con el logotipo de la aventura.
Primero pienso en venderlas a los amigos, y a la vez tener algo que
ofrecer a las personas que me brinden cualquier tipo de ayuda. Una
vez los tengo en la mano, decido salir a venderlos a la calle. Es una
gran oportunidad para conocer gente, sobretodo durante la larga
espera en Bangkok. Me acuesto un poco más relajado por todo ello y
también más contento por ser capaz de tomar la iniciativa.
Al día
siguiente, salimos con Vanessa y Roxana en busca de la agencia.
Recorremos la ciudad de arriba a abajo en todos los sentidos y nada.
Volvemos a la guesthouse exhaustos, con el convencimiento que lo
intentamos y sin saber muy bien que hacer.
Después de
comer, descanso un poco, pues el calor vuelve a ser insoportable.
Hacia las siete de la tarde cogemos todos los bártulos y hacia
Khaosan. Me he hecho con una mesita que encontré por la calle y
también he confeccionado una especie de tablón en el que explico la
aventura. Con todo ello espero llamar la atención de los
transeúntes.
Vanessa me
acompaña, se ha convertido en una ayuda esencial, tanto para el
proyecto cómo para mi. Buscamos un sitio entre los centenares de
paradas y puestos, y como no, los lugareños nos invitan a abandonar
cada nuevo sitio con cualquier excusa.
Al final
parece que podemos ubicarnos en un pequeño lugar, justo enfrente del
Kentucky Fried Chicken. Montó el puestecito y voy a buscar a Roxana,
pues me gusta que la gente pueda verla y comentar cosas sobre ella.
Tal y como regreso surgen nuevos problemas. Un encargado del Kentucky
ha salido y le ha dicho a Vanessa que no podemos estar allí. Dice
que si no nos vamos inmediatamente llamará a la policía. Un
contratiempo más y ya no sé que pensar. Invertí dinero en los
adhesivos y compré algunas cosas para reparar la mesa y el tablero.
El chico de la parada de al lado nos dice que volvamos a la doce de
la noche, que es cuando el restaurante cierra y que podremos ponernos
sin problemas. De todos modos, desconfío un poco de sus promesas,
esta calle está muy solicitada. Dejo a Roxana atada, con la mesilla
y algunas cosas y nos vamos andando con el tablero y los adhesivos.
A mitad del
camino de vuelta al guesthouse, veo que algunos comerciantes recogen
rápidamente sus mercancías y las sacan de la calle. Me pregunto que
está pasando y mi no tardo mucho en descubrir la respuesta. La
policía está pasando por toda la calle, con una furgoneta
descubierta y confisca lo que le parece. A la vez, otro agente va
poniendo multas por doquier. Dejo a Vanessa con todos los bártulos y
corro hacia Roxana, sólo faltaría que se la llevaran o me pusieran
una multa. Me la llevo de vuelta al aparcamiento y vuelvo con la
calma. Desanimados, paseamos arriba y abajo, hasta la esquina en que
se ubica la comisaria de policía. Sorprendentemente, allí quedan
unos artesanos a quienes no han echado. Les pregunto cómo es posible
y me cuentan que lo único que es delito es ocupar la calzada, que si
te quedas en la acera no pueden decirte nada, inclusive delante de la
comisaria. Esperanzado decido probar suerte y monto allí mismo el
puestecito. No tardamos mucho en confraternizar con los diferentes
artesanos y al rato surgen los primeros interesados. Vendo los
adhesivos a 50 Baths, lo que viene a ser 1'10 Euros. Alguna gente le
parece caro, otros lo compran, sabiendo que se llevan un pedazo de
sueño.
También he puesto una libreta, dónde los que no puedan colaborar con dinero escriban sus deseos. Ante mi asombro empiezo a recibir invitaciones de diferentes países, así como mensajes cargados de esperanza. Más relajado recuerdo que al final lo más hermoso es el contacto con la gente y que sin duda éste es uno de los propósitos del viaje.
También he puesto una libreta, dónde los que no puedan colaborar con dinero escriban sus deseos. Ante mi asombro empiezo a recibir invitaciones de diferentes países, así como mensajes cargados de esperanza. Más relajado recuerdo que al final lo más hermoso es el contacto con la gente y que sin duda éste es uno de los propósitos del viaje.
Vendemos
algunos adhesivos, no demasiados pero suficientes para pagar los
gastos de manutención.
Mañana será
otro día, otra lucha por seguir avanzando, un pasito más en éste
recorrido vital que se está convirtiendo Bangkok-Barcelona.
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