jueves, 3 de mayo de 2012

Primera etapa prólogo. Chumpon-Hua Hin.

Primera etapa prólogo. Chumphon- Hua Hin. 300 km 1'5 depósitos 7 horas 68 km/hora promedio. Las primeras impresiones de la jornada son las siguientes:
La moto se calienta durante el día, al igual que yo, que me quemo aunque use crema solar factor 50. Definitivamente, tengo que hacerme con una camisa de manga larga, aunque ello implique pasar más calor.
Mejor viajar en las primeras horas de la mañana o cuando cae el sol. Aunque tengo que decir que por primera vez estoy de acuerdo con las guías, conducir de noche es mucho más peligroso. Los tailandeses tienen una extraña y arraigada costumbre; conducir por el arcén sin importar que sea por el carril contrario. Huelga decir en su defensa, que muchas veces estos están en mejor estado que las propias carreteras y si no fuera por los cocos y las piedras, que a menudo tienen el tamaño de un balón de fútbol, diría que es el mejor sitio por el que uno puede conducir su motocicleta. Dicho lo dicho, he de decir que lo había visto hasta ahora en vehículos de dos ruedas, pero hoy por hoy, puedo afirmar que lo hacen los coches, las pick ups y también los camiones. Uno de éstos últimos sin luces, ya caído el día.
Otras curiosidades de la jornada en la carretera son: un accidente, una pick up se despeñó por la mediana de la carretera, un perro chafado, probablemente hace semanas y que nadie se molestó en retirar y tres controles policiales. ¡Y todo ello en tan sólo 300 km!

La gente que he encontrado por el camino se ha portado maravillosamente conmigo. He comido el mejor green curry en meses, por sólo 30 baths, en un puesto de carretera en el que pude comprobar que al alejarse de los destinos turísticos, es difícil hablar inglés. Un conductor tailandés se ha sentado a comer conmigo. Intercambiamos cuatro palabras y nos comunicamos por el idioma universal de los signos y las sonrisas. Lo invité a fumar. El correspondió con un saludo y nos despedimos deseándonos suerte. Después proseguí mi camino, con la anécdota de una familia muy simpática que me encontré al repostar. Hacían toda clase de preguntas y reían sin parar. Llegué a Hua Hin sobre las 21:30 de la noche, después de pasar casi todo el día en la carretera. 

Ahora estoy en casa de Joy, con su familia y Sammer. Nos cuenta que es su casa de veraneo, consistente en diferentes habitaciones, todas en planta baja que rodean la cocina, junto a una especie de hall que hace las veces de salón. Las foto de su padre, y la de los reyes presiden la estancia. Conocemos a la madre, una mujer que se desvive por mostrar su hospitalidad, a dos primas y a su hija, que vive cerca de Bangkok con una de ellas. Me reencuentro con su hermano Jack, al que conocí en Koh Tao, un tipo gracioso y muy honesto, aparte de un gran aficionado a la guitarra. Aquí descubro que él también es policía, ni más ni menos del Departamento de Inmigración. Cuesta imaginar un personaje con tanta sensibilidad artística trabajando de policía en nuestra encorsetada Europa. La hija de Joy, Cha Cha, es una hermosa mujercita de siete años. Como todos los niños de su edad le encanta jugar con los video-juegos de los teléfonos digitales, pero también nos muestra sus habilidades con la danza y nos hace saber que desea ser bailarina, provocando nuestras carcajadas y aplausos de admiración.
Es sorprendente ver como los chiquillos, al contrario que los adultos tienen tan claros sus sueños. Una vez más, queda demostrada la importancia de saber conectar con el niño interior. Me duermo mientras pienso en la suerte que he tenido de conocerlos y medito sobre mi primera jornada en el camino; 
He disfrutado de unos paisajes estremecedores, estoy quemado, reventado, con el culo roto. Pero contento y feliz, por correr en pos de mi destino.


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